Bitâcora de textos y notas varias

samedi 6 mars 2010

George Heidegger Celan Steiner

Llegué tarde a la última de la tres cátedras que impartió G.Steiner en la Ecole Nationale Supérieur (ENS), en la rue d’Ulm, y apenas tuve la suerte de ayudar a buscar unas sillas, pues esto me permitió sentarme cómodamente en el ángulo izquierdo de la Salle des Actes. Cómodamente, sí, pero sin visibilidad: alguien pronunciaba más allá del barullo de cabezas eso que llegaba tan bien hasta donde estaba mediante las bocinas, lo cual no me obligaba a buscar su rostro, como suelo hacerlo en los conciertos (necedad —o necesidad—, no lo sé, de querer ajustar el sonido con el movimiento de los miembros y dedos).

Dispensado entonces de concentrarme en un físico y su gestualidad, pude escuchar con libertad la charla de G.Steiner en un francés nítido, con muy pocos trastabilleos en la pronunciación. La conferencia trataba sobre la relación entre poesía y filosofía, y más concretamente, sobre el (no)encuentro entre Paul Celan y Martin Heidegger en la casa de este, en Todtnauberg, en una ocasión en que Celan se encontraba en Freiburg, pues este había invitado a realizar una lectura en la universidad de esta ciudad. Celan, durante la lectura, tuvo el “honor” de ver a Heidegger, lector asiduo de su obra, sentado en la primera fila.

Mucho más allá de los puntos de contacto e influencias que puede haber entre uno y otro (la lengua de los poemas de Celan fue influida en gran medida por el lenguaje heideggeriano, y este repercutió la fuerza de los poemas del sobreviviente de la 2ª Guerra Mundial en sus análisis poéticos, a los que prestó gran atención a lo largo de su vida: Hölderlin desde 1929), lo que Steiner quiso subrayar es el enigma que surge de este encuentro, pues ninguno de los dos actores dijo qué había sucedido (si sucedió algo), qué se dijeron (si se dijeron algo). Y el enigma es tan elevado para Steiner porque, a sus ojos, Heidegger y Celan representan las cimas de las filosofía y de la poesía. Lo más elevado del pensamiento filosófico frente a lo más elevado del pensamiento poético, enfrentados a través de un acontecimiento doloroso, y que perseguía a los dos como un fantasma errante: la 2ª Guerra, la exterminación de los judíos por los alemanes.

Bien es sabido que Heidegger adhirió al nazismo incipiente de los años 30 cuando fue nombrado rector de la UniversidadFreiburg, y a pesar de que su adhesión haya sido mucho más compleja que la de la mayoría, y de haber renunciado bastante pronto al nacional-socialismo, el estigma lo marcaría para siempre. En cuanto a Celan, este perdió a sus padres, y a casi toda su familia durante el exterminio de los judíos por órdenes del ejército alemán, lo cual acabaría por invadir casi toda su obra, haciendo evidente un descoyuntamiento temático, lingüístico y sintáctico, heredado de esta tragedia.

Unidos por la lengua, por el pensamiento y por una admiración sin límites del poema (pues el poema va pensando aquello que va descubriendo, en una profundización del tema tratado), ¿qué pudieron decirse, se pregunta Steiner, estos “polos opuestos” por culpa de la historia? En apenas una hora y media, George Steiner, con gran sencillez y fluidez, nos llevó a considerar la posibilidad de querer saberlo todo, condición natural del hombre, pero también, y sobre todo, a considerar la posibilidad de saber cuándo detenernos y no aventurar hipótesis plausibles, pero reductoras. Si es imposible ir más allá, pues no se tiene el testimonio (que, dicho sea de paso, uno solo no es suficiente, ya que sólo existe una de las dos versiones posibles y necesarias) de los actores, ni de posibles testigos, es mejor dejar en toda su magnificencia el encuentro entre dos mentes creadoras que todo une y que todo separa.

Lo mejor de la charla: la ligereza y la sencillez de Steiner, sobre todo puestas en comparación con las de los profesores de la sacrosanta ENS, que sólo destilan petulancia, erudición, y engolamiento. Después de escuchar a Steiner, dan ganas de dejar a estos sabiondos en sus aulas áureas y ponerse a leer, o a discutir, a reflexionar, a escribir, a hacer cualquier cosa para no acabar así y figer, congelar el pensamiento y la inquietud que nos hace interrogarnos sincera, apasionadamente por algo en particular. No cabe duda, aprovechar de Steiner cada que pase por aquí, y leerlo, saber cuestionar(se) lo esencial, y dejar a la paja de lado.

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